sábado, 15 de abril de 2017

Evolución bacteriana

Cuando se habla de evolución biológica generalmente se piensa en animales,
dinosaurios, homínido... En los libros de texto o de divulgación ocurre igual; se recurre al ejemplo de las jirafas de Lammarck o de Darwin, o a las múltiples adaptaciones que las diferentes especies animales cuentan para desenvolverse en su medio.
Rara vez se ilustra la evolución biológica con plantas, mucho menos con microorganismos, aún menos los más sencillos de entre ellos: las bacterias.

Pero, como cualquier especie de seres vivos, las bacterias también evolucionan a lo largo del tiempo.

No dejan apenas fósiles, pero podemos pensar que las bacterias que pueblan ahora el planeta no son idénticas a aquellas que colonizaban los intestinos de los dinosaurios o los suelos sobre los que estos caminaban, y no serán las que existirán dentro de algunos millones de años.

¿Hay pruebas de esta evolución bacteriana?  Pues si, algunas hay, que son, de paso, pruebas de que la evolución biológica es un hecho indiscutible.

El estómago de Otzi

Otzi es una momia humana natural, la más antigua de Europa encontrada hasta
ahora. Fue encontrada entre el hielo en 1991 en Ötztal, en los Alpes, en la frontera entre Austria e Italia. Se le bautizó como Otzi por el lugar en que fue encontrado.
Vivio este hombre en la Edad de Cobre. Murio en plena montaña, parece ser que huyendo de enemigos, cuando contaba con 46 años. Y allí se conservó en el hielo hasta la actualidad.
Gracias a estar así preservado se han podido realizar numerosos estudios sobre su cuerpo, sobre la vida en aquella época. Sabemos, por ejemplo, que pesaba unos 50 kg, tenía artritis, caries y la enfermedad de Lyme. 
Uno de estos estudios descubrió la presencia de la bacteria Helicobacter pylori en los contenidos del estómago de Otzi. El grupo de investigadores ha reconstruido el
genoma de esta bacteria de 5.300 años de antigüedad y ha comprobado que se parece a una cepa que en la actualidad se observa principalmente en el sur y el centro de Asia, pero no en Europa. Según los investigadores, originalmente habrían existido dos tipos de cepas de la bacteria, una africana y otra asiática, que en algún momento se habrían recombinado en la versión europea actual.

Bacterias super resistentes


Desde 1945, año en que se detectó por primera vez una bacteria resistente a antibioticos, no paran de aparecer, año tras año, nuevas cepas de diferentes especies bacterianas resistentes y multiresistentes (con resistencia a varios antibióticos).
Varios estudios han demostrado que las causas de la aparición de estas resistencias son el uso excesivo de antibióticos de amplio espectro, las prescripciones innecesarias, el uso incorrecto por parte de los pacientes (no completando los tratamientos prescritos) y el uso de los antibióticos como aditivos en la alimentación del ganado para aumentar el engorde.
¿Por qué el uso incorrecto y masivo de antibióticos produce resistencias en las bacterias a las que se intenta matar?
Entre cualquier población de bacterias siempre aparecerá, por mutaciones al azar, individuos con cierta resistencia a cualquier sustancia tóxica para ellas. Es una consecuencia de su rapidísima reproducción. Si está población de bacterias se ve sometida a un ataque incompleto de antibióticos  (es decir, que no asegure la total erradicación), muchas de ellas morirán,  pero sobrevivirán precisamente aquellas que tienen cierta resistencia y pueden soportar mejor el ataque. Si el proceso se repite varias veces, la resistencia se afianza y extiende entre los descendientes de estas bacterias resistentes.
Es decir, evolución biológica por selección natural.

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