domingo, 26 de junio de 2016

Sucidio animal

¿Se suicidan los animales? ¿O es este un comportamiento exclusivamente humano?

Si consideramos el suicidio, como lo define la RAE, como la interrupción voluntaria de la vida, quizá sea difícil encontrar comportamientos suicidas en animales, dado que es difícil encontrar comportamientos "voluntarios", salvo en algunos grupos de vertebrados. En el resto, se suele considerar que los comportamientos animales son "instintivos" y no voluntarios.

Aún así, se conocen no pocos ejemplos de comportamientos animales que llevan a la propia muerte, y que podrían ser considerados comportamientos suicidas.

El suicidio inducido por parásitos: zombies suicidas.


Algunos parásitos de vertebrados e invertebrados son capaces inducir comportamientos suicidas en sus hospedadores.

El protozoo Toxoplasma gondii es un parásito con un ciclo de vida complejo,
con fases parásitas en músculos y sistema nervioso de ratas y ratones, y otras fases en el sistema digestivo de gatos. Los ratones y ratas infectados transforman su comportamiento, que en lugar de evitar el contacto con gatos y las zonas con olores de estos felinos, se ven empujados a frecuentar estas zonas y acercarse a sus depredadores; de esta forma es mucho más fácil que los gatos atrapen y devoren a las ratas y ratones infectados, tragando con ellos a los parásitos y cerrando su ciclo de vida.

Existen parásitos similares de invertebrados, que causan efectos del mismo tipo: caracoles que buscan zonas abiertas para ser visibles para las aves, hormigas que suben tan alto como es posible para permitir a los pájaros que se los coman, ...

Con las mismas intenciones pero diferente dinámica se puede citar el parásito de saltamontes y grillos Spinochordodes tellinii, que induce a sus hospedadores, en el momento adecuado, a arrojarse al agua para morir ahogados, donde el parásito podrá reproducirse.



Falsos suicidios.

En muchos libros de divulgación se cita el caso de los lemmings, roedores de la tundra ártica. Estos animales de reproducción expansiva producen cíclicamente cada cierto número de años superpoblaciones masivas. Esos años, la falta de comida induce a los animales a iniciar migraciones en masa, que en ocasiones llegan hasta arrojarse al mar donde se ahogan.
Se trata de un mito no comprobado científicamente. Todo lo que se ha llegado a observar es como las masas de lemmings en migración cruzan ríos, donde,
inevitablemente, algunos mueren ahogados, pero desde luego no todos.

De la misma manera muchos ñues mueren ahogados o en las fauces de cocodrilos cruzando ríos durante sus migraciones.

También se han considerado en ocasiones como suicidios los varamientos en la costa de ballenas y delfines. Según el mito, estos varamientos serían voluntarios y fruto del estrés que el ser humano infringe a estos animales en su medio. Los estudios demuestran que los variamientos son fruto de la desorientación de estos animales a causa de tormentas o ruidos (provocados por la navegación humana), pero en ningún caso por decisión voluntaria.

Otro mito muy extendido es el de los escorpiones que se clavan a si mismos su aguijón cuando se ven rodeados por fuego. Es una creencia totalmente falsa basada en el aspecto curvado que toma el exoesqueleto de este animal cuando es sometido a elevadas temperaturas.



Suicidio reproductivo: Entregar la vida por sexo.


La reproducción suicida existe en dos variantes en muchos grupos de animales.

La primera variante, frecuente en invertebrados, es el archiconocido caso del
apareamiento de la mantis religiosa o de la araña viuda negra. Según parece, todo macho de estas especies están condenados a morir devorado por su compañera justo después del acto ... o incluso un poco antes de que este termine.
La realidad es más bien otra. Las hembras de mantis, de la mayoría de especies de arañas y de otros muchos invertebrados no parecen tener mucho interés por el sexo; para ellas sus compañeros son más bien comida. El dilema de los machos es acercarse lo suficiente a sus compañeras como para fecundarlas, sin terminar siendo su almuerzo, lo que logran (al menos algunas veces), si son suficientemente rápidos, o las distraen ofreciéndoles una presa sustitutiva.

La segunda variante se da cuando la reproducción, si o si, cuesta la vida.

Este es el caso de los machos de ciertas "musaraña" marsupiales de Australia: cuando llega la época de celo no comen, no duermen, buscan sin cesar hembras con las que copular ... hasta morir agotados. De esta forma, pocos machos llegan a superar el año de vida, pero en cambio dejan numerosos descendientes.

El caso inverso se encuentra en los camaleones comunes. Las hembras, una vez fecundadas, buscan zonas arenosas donde excavan largos túneles donde depositar sus huevos. Este es un trabajo agotador que lleva a la muerte tras el desove a la mayor parte de ellas, que no llegan a cumplir un segundo año de vida.

Un caso bien conocido en la que ambos géneros mueren tras la reproducción es el de los salmones. Durante la época de celo nadan incansablemente río arriba desde sus lejanas zonas marinas de vida, muriendo gran parte de ellos durante el camino. Finalmente alcanzan las cabeceras de los ríos donde nacieron, copulan y mueren. Serán sus descendientes los que realizarán el viaje de vuelta, para repetir la hazaña suicida años más tarde.

Suicidio al servicio de la comunidad: Muero por vosotros.


El suicidio por la comunidad también existe en el reino animal.

Conocido es el caso de las abejas, que mueren tras aguijonear para defender la colmena.

Cuando algún animal desentierra un termitero, las termitas obrera producen la autolisis de unas glándulas pegajosas que protegen la colonia, pero les producen la muerte.

Muchas hembras, y algunos machos, se enfrentan a animales mucho más peligrosos y fuertes o a sus depredadores en defensa de sus crías. Cuando las águilas pasan cerca de sus cachorros, las hembras de zorro corren lejos de la madriguera, atrayendo su atención, para evitar que localizan a su prole; las gaviotas se enfrentan a cualquier animal, grande o pequeño, que se acerque a sus nidos; etc.

Un caso diferente es el de algunas especies de pulgones. Son capaces, gracias a una glándula interna de gas, de hacer explotar su cuerpo. Cuando una mariquita, sus depredadores, se acerca a una colonia de estos pulgones, algunos de ellos explotan. Si esto no asusta a la mariquita, alguno de ellos puede explotar en el interior del cuerpo de su depredador, matándolo.



Suicidio por duelo: Ya no merece la pena vivir.


Mas cercano a nuestro concepto de suicidio.

Algunos animales sociales sufren duelo por la pérdida de un compañero. En perros y en patos se ha descrito la inacción e inanición hasta morir tras morir su dueño (en el caso de los perros) o un/una compañero/a (en el caso de los patos).



Los criadores de delfines en delfinarios y responsables de espectáculos con
delfines también han descrito el suicidio de estos animales que, según los testimonios, como consecuencia del estrés dejan voluntariamente de respirar. Es una afirmación que no está comprobada aun científicamente.


En los perros, dado que son animales domésticos y hemos pasado toda la historia de la humanidad a su lado, se han observado otros tipos de comportamientos suicidas, como arrojarse al agua hasta morir ahogados o lanzarse desde cierta altura. No esta claro si estos comportamientos son fruto de una "voluntad de acabar con la vida", o más bien el resultado de una imprudencia por parte del animal.

Consciencia de la muerte en animales.


Queda claro que, por unos u otros motivos, los comportamientos que llevan al fin de la propia vida existen en animales. Sin embargo en la inmensa mayoría de ellos no queda claro que la intención sea dejar de vivir.

Sin embargo, y volviendo a la definición de suicidio, para que haya una interrupción VOLUNTARIA de la vida, debe haber consciencia de la vida y de la muerte. ¿Existe esta consciencia en animales?

En el caso de los perros que se dejan morir en ausencia de su amo, las pruebas indican que no son conscientes de que este haya muerto. Muchos permanecen en los lugares donde su dueño solía estar, y parecen esperar que este aparezca. El mismo comportamiento se ha descrito en perros que han sido abandonados (que también pueden llegar a morir de pena). Si no hay consciencia de la muerte, no hay suicidio propiamente dicho.

Solo se ha descrito un comportamiento que lleva a pensar en la consciencia de la muerte en los elefantes.
Cuando un grupo de elefantes encuentran huesos de otro elefante se detienen y los inspeccionan, los tocan e incluso los transportan durante un tiempo con sus trompas. Se interesan especialmente por los cráneos. Ningún otro animal presta mucha atención a los restos mortales de sus congéneres (salvo los humanos).
Las elefantas pueden arrastrar durante horas, e incluso días, a sus crías muertas.
Los elefantes viejos y enfermos abandonan la manada y emprenden una vida en solitario durante sus últimos días, lo que ha llevado a construir el mito de los cementerios de elefantes.
Todo ello hace pensar que quizá los elefantes entienden que es la muerte, pero ... los elefantes no se suicidan.

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